El solito escogió nuestra casa para vivir. Un día de agosto de 1986 entró a la casa porque mi mamá tenía la puerta abierta. Corría feliz de un lado a otro del corredor como si adivinara que ese iba a ser su hogar. Era un perrito lanudito tipo maltés bastante descuidado, tenía muchas lanas, pintura de aceite azul en el lomo y olía muy mal. Mi hermana le dió agua y sopa que enseguida deboró. Con ayuda de unos vecinos buscamos a su dueño pero no tenía, así que ese día durmió en el patio delantero. A la mañana siguiente mi papá fué por el pan y el perrito lo siguió de la casa a la panadería y de la panadería a la casa, con esto se ganó el corazón de mi papá así que se decidió adoptarlo. El veterinario le calculó 2 años, dijo que en general estaba bien a excepción de un ojito con el que casi no veía a causa de un golpe que recibió en sus días de vago (detesto a la gente que maltrata a los animales). Así desde ese día durante los 16 años que vivió con nosotros lo único que recibió fueron mimos, caricias, cuidados y mucho amor sobre todo de una de mis hermanas quien decía que era un angelito porque llegó justo en el momento que necesitabamos un consuelo y él se dejó querer.
Esto es en memoria tuya chiquito, no te olvidamos, te seguimos queriendo.
