Cómo piensa un perro

Sí. Tu perro piensa. Un perro es capaz de sentir un rango de emociones similar al de los humanos. Siente alegría al recibirte cuando regresas del trabajo, cuando juegas con él, o cuando disfruta de sus actividades favoritas. Siente frustración cuando no comprende el mensaje de lo que se le está pidiendo, o cuando cree entenderlo y a cambio recibe un castigo. Sentirá soledad – y ansiedad – durante tus ausencias. Excitación ante la inminencia de un juego, o al percibir tu llegada, o antes de su paseo. Siente también aprehensión ante un desconocido – lo que lo hace tan bueno a la hora de cuidarnos. También siente miedo por las mismas cosas que podrían darte miedo a ti, y a veces por cosas que van más allá de su comprensión, como una explosión, o un paraguas que se abre. Siente tristeza al perder un compañero – cuántas historias hemos escuchado de perros que “mueren de tristeza” luego de morir su amo. Y también felicidad, al recostarse a tus pies o al apoyar su cabeza en tu regazo.

Sin embargo, un perro tiene su propia forma de razonar, y sus propios valores. Hay muchos puntos que nos hacen semejantes, porque en gran medida, ambos actuamos por conveniencia.

Hacemos lo que mejor nos funciona

Personalmente, no creo que los perros tengan la capacidad de distinguir entre “lo bueno” y “lo malo”, en los mismos términos que lo haríamos nosotros. También creo que sería materia de discusión hasta dónde nosotros, como humanos, tenemos la capacidad innata de reconocer buenos comportamientos de malos comportamientos, o si, por el contrario, se trata de algo impuesto culturalmente, como el “espacio de comodidad”. El espacio de comodidad es la mínima distancia entre dos personas en la éstas se sienten cómodas. En culturas como la latina, o las árabes, los espacios de comodidad pueden ser muy pequeños. Es común ver hombres abrazarse, o hablar a distancias relativamente cortas sin sentirse molestos. En otras culturas, como las sajonas, los espacios de comodidad son mucho mayores. Un norteamericano seguramente se sentirá muy incómodo si un árabe le habla a 15 centímetros de distancia. Este es un aprendizaje que depende enteramente del medio donde se fue criado y sus costumbres.

De manera similar, un perro – como animal social que es – aprenderá a través del liderazgo – o falta de tal – de su manada humana o canina, a reconocer cuáles son los comportamientos aceptables, y cuales no. Para el perro, existe una fórmula que nunca le falla: si me funciona, lo seguiré haciendo; y si no me funciona, no lo haré más.

“Funcionar” significa que el perro asocia un comportamiento con un resultado el cual considera una recompensa por realizar ese comportamiento. Veamos algunos ejemplos:

Comportamiento Resultado ¿Le funciona?
El perro llora en la puerta El dueño abre la puerta y el perro puede ir al baño ¡Sí! El perro sabe que la próxima vez que llore en la puerta, el dueño vendrá a abrirle
El perro brinca sobre las visitas, buscando atención A muchas visitas les desagrada que el perro brinque. Les hacen una rápida caricia para que se baje ¡Sí! El perro obtuvo la atención que quería, y volverá a brincarle a la próxima visita que llegue a la casa
El perro pide comida durante la cena de sus dueños Los dueños lo ignoran y no obtiene comida No funciona. Eventualmente el perro aprenderá que en la mesa no hay comida que sea para él.
El perro está en la cocina, mientras se preparan los alimentos Caen restos de comida al piso, y el perro se apura a comerlos ¡Si! El perro esperará siempre en la cocina a que caiga algo de comida

Con el correr del tiempo, el perro aprende que determinadas conductas funcionan, y otras no. Al perro no le importará si esos comportamientos no son aceptables para nosotros pues no hemos sido capaces de transmitirle al perro de manera clara que esos comportamientos no funcionan.

El perro siempre tenderá a repetir aquellos comportamientos que le funcionan, mientras que desistirá – eventualmente – de aquellos comportamientos que no dan ningún resultado. Es importante mencionar que un perro considera que su comportamiento funciona no sólo cuando obtiene lo que buscaba, sino cuando obtiene cualquier cosa a cambio que él considere una recompensa.

Hay muchas cosas que el perro considera como recompensa, y cada perro asigna un orden de preferencia a dichas recompensas. Un orden típico es:

  • Comida y “golosinas”
  • Juguetes
  • Elogios
  • Que le hablen como bebé
  • Caricias
  • Juegos
  • Atención positiva en general
  • Que lo miren
  • Atención negativa

Notarás aquí que he agregado atención negativa a la lista de recompensas, algo que a mucha gente sorprende. Imagina el siguiente escenario:

El perro pasa solo la mayor parte del día. Cuando el dueño llega a casa, lo regaña porque brinca, por querer lamer su cara, y también por insistir en que lo lleve a dar un paseo. Durante el paseo, el dueño lo tira de su correa en castigo por adelantarse y jalar, o por retrasarse, o por oler un árbol. De regreso en la casa, el dueño no presta mayor atención a su perro, excepto para regañarlo por algún mal comportamiento. Debido a que el perro recibe casi exclusivamente atención negativa, éste preferirá este tipo de atención antes que se lo ignore por completo, ¡por lo cual considerará la atención negativa (los regaños del dueño) como una recompensa! Esto significa que el perro tenderá a repetir precisamente aquellas conductas que disgustan a su dueño, pues ha encontrado el perro la forma de obtener atención de su parte. Los regaños no son la atención que el perro preferiría, pero la aceptará antes que nada.

Por supuesto que lo anterior no es la descripción de un perro feliz. Sin embargo, ¿cuántas personas conocemos que viven quejándose de sus perros, cuando todo lo que hacen es regañarlos constantemente, y casi nunca les ofrecen ningún otro tipo de atenciones? No se dan cuenta que son ellos mismos quienes causan que esos malos comportamientos se perpetúen.

Si quieres comenzar a mejorar el comportamiento de tu perro y la relación que llevas con él:

Premia y elogia los buenos comportamientos, e ignora los malos.

Este último punto es tremendamente importante, ya que nosotros, como humanos, tenemos la tendencia a observar y resaltar los malos comportamientos en los otros, pues es lo que de alguna manera nos molesta, y solemos ignorar las cosas buenas, ya que “se supone que así debe ser”. Es por esto que, a menos que tomemos conciencia de que nosotros mismos tenemos ese tipo de actitud (y no solamente hacia los perros, pero los perros es el tema que aquí nos compete), una gran parte de nuestra interacción con el perro se repartirá entre ignorarlo y regañarlo. Y con esto, no haremos más que reforzar precisamente aquellos comportamientos que desearíamos que desaparecieran – dándole el menos valioso de las recompensas, la atención negativa, creando así un círculo vicioso.

El momento es ahora

Cuando te elogian por algo bueno que hayas hecho, o cuando te llaman la atención por algo que no hiciste de manera correcta, no importa demasiado cuándo tú realizaste esa acción. La persona que te está elogiando o regañando podrá decirte “te felicito, la semana pasada vendiste un 20% más de lo acostumbrado. ¡Sigue así!”. Inmediatamente, tú sabes por qué te están elogiando: por algo que hiciste la semana pasada. Tú sabes que al vender más recibirás elogios y compensaciones adicionales, y lógicamente, te esforzarás por vender más para seguir obteniendo esas recompensas.

Sin embargo, a un perro no puedes decirle “¡Ayer te portaste muy bien! ¡Toma unas galletas!”. El perro recibirá ese premio de tu parte, sin embargo él no tendrá ni la menor idea sobre qué lo provocó. No ha realizado una asociación entre el comportamiento (ayer se portó muy bien) y el resultado (hoy te doy galletas), con lo que perdemos la oportunidad de que el perro tienda a repetir el comportamiento, ya que éste no entendió qué causó el premio. Otro problema secundario es que tal vez le estemos dando su premio en un momento donde no se estaba portando tan bien – por ejemplo, estaba brincando -, con lo que el perro sentirá que se lo está premiando por brincar.

Con los regaños funciona igual. Si tú llegas a tu casa, y encuentras que tu perro ha escarbado un gran hoyo en tu jardín y lo regañas, con suerte él tal vez comprenda que lo estás regañando por la presencia del hoyo en el jardín. Pero él no logrará hacer la asociación necesaria que un humano haría, que fue él quien escarbó el hoyo, y es por eso que se lo regañó. Luego de unos días, con seguridad él volverá a escarbar. Y cuando llegues, él verá el hoyo, y pensará “¡Un hoyo! ¡Seguro me regañan!”, y seguramente al verte te comunicará en anticipación, mediante su lenguaje corporal, que no te enojes mucho, que te tranquilices, ya que hay un hoyo en el jardín y tú te desquitas con él cuando esto ocurre. Como ves, esto está muy lejos de solucionar el problema real. La solución sería que él comprendiera que tu enojo es porque él escarbó el hoyo.

Tanto para premios como para regaños el momento lo es todo. Y el único momento correcto es en el preciso instante en que el perro está realizando el comportamiento. Cinco segundos después, si lo premias o lo regañas lo estarás haciendo por lo que esté haciendo en ese instante, y no cinco segundos antes. ¿Y qué hacer si tu perro hizo una de sus travesuras hace cinco segundos? Aguántate las ganas de regañarlo, tal vez la próxima vez tengas más suerte y lo sorprendas en el acto.

Y así como una persona que crece sin una guía que lo eduque y le marque límites dará por resultado un adulto problemático, si a un perro se le deja solo, no se lo supervisa, no se le premia por buenos comportamientos y no se le marcan límites, este perro decidirá por sí mismo cuáles son las cosas que le funcionan y cuáles no y, con toda seguridad, su criterio no coincidirá con el nuestro.

Habrás notado que sistemáticamente intenté evitar las palabras castigo y corrección, prefiriendo utilizar palabras como ignorar malos comportamientos o, como veremos más adelante, redirigir  malos comportamientos.

©2005, Fernando Borcel 

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