El lobo, antecesor del perro

El perro como individuo

Para comprender adecuadamente el comportamiento del perro es imprescindible encontrar la respuesta a una pregunta que en principio parece muy simple, pero que en realidad no lo es tanto. ¿Qué es un perro? Si el perro no es un objeto, ni tampoco es un ser humano, al menos nadie pondrá en duda que para la mayoría de las personas es un ser muy especial, tan especial que muchas veces nos referimos a él como nuestro mejor amigo. Uno de los motivos que explican este sentimiento y que a su vez comienza a responder la pregunta antes planteada es que el perro es una creación del hombre.

En realidad hace miles de años los perros no existían. Aparecieron en el mundo debido a un proceso realizado por el ser humano, que se denomina domesticación. Este proceso se realizó a partir del antepasado salvaje del perro. Sin embargo, uno de los interrogantes que hasta hace poco tiempo no tenía una clara respuesta se refería a cuál era ese antecesor.

Chacal dorado (canis aureus)Una de las teorías más difundidas fue la enunciada por el etólogo austríaco Konrad Lorenz (1903-1989), Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1973, quien sostenía que la mayoría de las razas caninas descendían del chacal dorado (Canis aureus) mientras que sólo algunas de ellas descendían del lobo (Canis lupus). Esta teoría estaría sustentada por dos hechos concretos. Uno de ellos es que tanto el chacal como el lobo presentan el mismo número de cromosomas (material genético) que el perro, que por apareamiento se pueden obtener híbridos fértiles y que esta interfecundidad entre especies permitiría explicar la variedad de las razas actuales. Otro de los hechos es el notable parecido físico del chacal con algunas razas de perros, su facilidad para coexistir con el hombre y su tendencia a ladrar ante determinadas circunstancias. Sin embargo, esta teoría ha sido refutada debido a que las evidencias son insuficientes y, sobre todo, a que estudios anatómicos y de comportamiento social realizados en chacales indican que son muy diferentes de los lobos y, de los perros.

La teoría más aceptada en la actualidad entre la mayoría de los científicos considera al lobo como al único antecesor salvaje del perro. Más aún, algunos científicos sostienen que el perro no es una especie diferente del lobo sino una subespecie. Por este motivo, en algunas publicaciones científicas ya no aparece el perro con su denominación usual de Canis familiaris, sino como Canis lupus familiaris, afirmando que el perro tal como lo conocemos en la actualidad no es otra cosa que un lobo doméstico.

Sin embargo, esto no significa que lobos y perros presenten exactamente el mismo comportamiento. Ambos comparten patrones básicos, pero también existen notorias diferencias que aparecieron durante el proceso de domesticación que veremos más adelante.

Otro de los interrogantes que generan algunas discusiones en el ámbito científico es respecto de cuál de todas las clases de lobo fue la que dio origen a su congénere doméstico. Existen básicamente dos tipos de lobos:

LoboEl hecho de que los perros cimarrones es decir, aquellos que han experimentado una mínima o nula selección por parte del hombre tiendan a parecerse a los lobos del sur ha motivado que muchos investigadores los señalen como los antecesores del perro. De hecho, para muchos científicos el antepasado salvaje más probable del perro es un pequeño lobo del sur de la India (Canis lupus pallipes). Sin embargo, estudios recientes indicarían que en realidad ambos tipos de lobo habrían dado origen al perro. La hipótesis más sólida sostiene que los lobos del norte serían los antepasados más probables de las razas nórdicas mientras que el lobo de la India lo sería de las demás razas. También existe una alta probabilidad de que después del origen del perro hayan continuado existiendo apareamientos entre perros y lobos, lo cual podría haber producido mayor variabilidad entre los animales. Esta última sería una de las razones principales que explicarían el porqué de la diversidad de razas caninas que existen en la actualidad.

Finalmente, otra de las respuestas buscadas por los científicos se refiere a la antigüedad que tendría el perro en nuestro planeta. Hasta no hace mucho tiempo se sostenía, teniendo en cuenta diversos estudios arqueológicos, que los primeros antecedentes del perro doméstico databan de alrededor de doce mil años atrás, al final del pleistoceno, en la era paleolítica. No obstante, un estudio publicado en la revista Science en 1997 indica que estudios genéticos sugieren que el origen del perro podría remontarse a más de cien mil años, aunque es muy probable que estos animales fuesen imposibles de diferenciar del lobo. Por lo tanto, si bien es factible que el origen del perro se remonte tan atrás como sugiere este estudio, no es menos probable que diferencias fenotípicas marcadas entre lobos y perros no se hayan hecho evidentes hasta mucho tiempo después, hace alrededor de diez o quince mil años.

Cómo el lobo se convirtió en perro

Como se mencionó anteriormente, el proceso por el cual el lobo se convirtió en perro se denomina domesticación. La domesticación es un proceso activo llevado a cabo por el ser humano, que consiste en la crianza y reproducción selectiva, durante cientos de generaciones, de especies de animales salvajes con el propósito de acentuar una serie de características deseadas. Los cambios ocurridos en los animales durante este proceso son de tipo morfológico, fisiológico y de comportamiento.

Si uno analiza la definición de domesticación descubre que es un proceso que puede llevar cientos o miles de años. Sin embargo, es muy frecuente escuchar a personas que conviven con animales salvajes -tales como pumas o leones- afirmar que ellas han domesticado a estos animales. Además de ser un despropósito utilizar a estas especies como animales de compañía, la afirmación es también incorrecta. En el mejor de los casos uno puede llegar a amansar a un animal -es decir, lograr disminuir su tendencia a escapar o atacar al ser humano-, pero no a domesticarlo. Esto es así porque el amansamiento ocurre a nivel del individuo y en relación con su propia experiencia, mientras que la domesticación ocurre a nivel de una especie en su conjunto. Además los cambios obtenidos durante la domesticación se transmiten a las sucesivas generaciones, a diferencia de lo que sucede con el amansamiento, proceso que ocurre en un animal y no se transmite a su descendencia.

El conocimiento de la diferencia existente entre domesticación y amansamiento es de vital importancia, según veremos, para comprender cómo el lobo se convirtió en perro.

Proceso de domesticación

Coyote aullandoEs probable que las primeras interacciones entre lobos y seres humanos primitivos tuvieran lugar en un marco de competencia por la comida, ya que ambos no sólo se alimentaban de los animales que cazaban sino que además utilizaban la misma estrategia -la caza en forma cooperativa-, para la obtención del alimento. No obstante, debido a que los lobos también podían actuar como animales carroñeros, con el tiempo algunos se fueron acercando a los campamentos de sus competidores en busca de desperdicios alimenticios.

Este acercamiento sin duda tuvo consecuencias en la interacción entre los lobos y los seres humanos. Estas son:

  • Algunos ejemplares de lobo fueron cazados por los humanos para su propio alimento.
  • Posiblemente varios indefensos lobeznos -es decir, las crías de aquellos animales capturados para la alimentación- también hayan sido atrapados con la misma intención. Sin embargo, seguramente muchos de ellos no fueron sacrificados sino conservados para convivir con los niños, como compañeros de juego, durante su etapa de socialización. Esta situación implicó un amansamiento de esos animales.
  • El ser humano, producto de su inteligencia, posiblemente en lugar de eliminar a todos los ejemplares de lobo que se acercaban al campamento comenzó a seguir a algunos de ellos en sus cacerías, utilizándolos como detectores de potenciales presas.

De estas tres circunstancias, la segunda fue con toda seguridad la que mayor relevancia e importancia tuvo en lo que respecta al proceso de domesticación, ya que debió ser el origen del vínculo directo entre el hombre y el antecesor del perro. La interacción entre ambas especies durante la primera etapa de la vida produjo la socialización de los lobeznos con el ser humano y, por consiguiente, su amansamiento en estado adulto. Estos animales amansados eran morfológicamente indistinguibles de sus congéneres salvajes pero ya acompañaban al ser humano, su compañero adoptivo, en las cacerías.

Debido a que los lobos poseían una capacidad auditiva mucho mayor que los humanos, detectaban los peligros para el campamento mucho antes, por lo que seguramente empezaron también a ser utilizados como centinelas. A cambio de estos servicios estos animales comenzaron a recibir alimento, agua y otro tipo de cuidados. De esta forma la competencia entre ambas especies dio paso a la colaboración.

Este nuevo vínculo se estrechó aún más debido a que además de compartir la misma estrategia para la obtención del alimento, hombres primitivos y lobos poseían otras características en común. Tanto unos como otros poseían estructuras sociales muy complejas y parecidas. Los humanos convivían en grupos y los lobos en manadas, donde cada individuo desempeñaba un rol específico. Ambas especies establecían un territorio al que defendían y ambas formaban un estrecho vínculo entre el macho y la hembra de tipo monogámico. En los dos casos los individuos jóvenes eran cuidados por todo el grupo, dentro del cual había una relación de parentesco. Finalmente, tanto en uno como en otro las formas de comunicación se basaban en expresiones faciales y posturas corporales.

De todo lo explicado se deduce que al comienzo del proceso de domesticación no existía un propósito concreto por parte del ser humano, por lo que los primeros pasos fueron relativamente muy simples. De hecho en un principio no hubo ningún tipo de selección ni apareamientos controlados por el hombre, por lo que muchos de los lobos amansados continuaron apareándose con sus congéneres salvajes.

Sin embargo, todo indica que el proceso se tornó mucho más complejo cuando comenzaron la crianza y los apareamientos en cautividad. A partir de ese momento surgieron las diferencias morfológicas entre estos animales y sus parientes salvajes. Por ejemplo, cualquier variación que apareciese en el color del manto producto de una mutación genética podía permitir identificar a un animal del otro; como consecuencia, esta característica era privilegiada y por lo tanto seleccionada. A partir de ese momento los animales comenzaron a ser mucho más dependientes de los humanos y se redujeron notablemente las posibilidades de apareamientos con animales salvajes.

LoboCon el surgimiento de la agricultura, la protección de la propiedad cobró gran importancia y se empezaron a seleccionar a los individuos más aptos para cumplir con esa función. Esto marcó los comienzos de los planes de apareamiento destinados al desarrollo de las diferentes razas de perro. Probablemente eso sucedió en la antigua Grecia y en el Imperio Romano hasta su caída. Por ese entonces los perros debían cumplir ya diferentes funciones, lo cual explica la presencia de tres tipos diferentes de perros:

  1. los perros pastores, de tamaño mediano
  2. los perros de guardia, de mayor tamaño
  3. los perros de caza, más pequeños y de patas cortas.

Más tarde en Europa, hacia fines de la Edad Media, comenzaron a crearse y desarrollarse diferentes razas de perro, aunque por ese entonces no existían más de una docena de razas distintas. Por supuesto en ese momento el apareamiento con animales salvajes era altamente indeseable e incluso el hombre ya los perseguía y los exterminaba.

Después de la Revolución Industrial se dejó de utilizar perros en las diferentes tareas que hasta ese momento venían desempeñando. A partir de entonces prosperaron las competencias protagonizadas por los perros llamados “de exposición”. Estas competencias surgieron en el siglo XVIII y fueron reglamentadas en el XIX. Sólo a partir de este momento y debido a la gran variabilidad genética que poseía el perro, comenzaron a proliferar las más de cuatrocientas diferentes razas que hoy conocemos y que compiten en numerosas exposiciones.

Hace todavía menos tiempo apareció la categoría del perro de compañía, cuya principal función, tal como su nombre lo indica, es acompañar a los seres humanos a cambio de alimento, afecto y cuidados diversos. Esta nueva forma de relacionarse demuestra que aquel contrato de cooperación entre ambas especies todavía hoy permanece vigente.

Diferencias entre el lobo y el perro

Si bien es cierto que el perro tal como lo conocemos hoy día comparte con su antecesor salvaje patrones básicos de comportamiento, no menos cierto es que a lo largo del proceso evolutivo que denominamos domesticación se produjeron cambios morfológicos, fisiológicos y comportamentales que hicieron que el perro se diferenciara del lobo.

Cambios morfológicos

Los primeros resultados de la domesticación consistieron en la aparición de un tipo de perro de menor tamaño que el lobo, con dientes más pequeños y mandíbulas menos potentes. Sin embargo, una de las consecuencias más importantes de la domesticación es que los animales obtenidos por este proceso muestran una gran variabilidad intraespecífica. Esto permitió que aparecieran razas caninas de tamaños sumamente diversos, a través de un proceso selectivo que abarcó a numerosas generaciones de perros. Es así que hoy en día podemos observar desde perros del tamaño de un chihuahua hasta del de un gran danés.

Las diferencias morfológicas también se manifestaron en el sistema nervioso central. El animal doméstico presentó una disminución del peso del cerebro y una reducción del volumen del cráneo. Por ejemplo, este cerebro es de 150 a 170 centímetros cúbicos en el lobo y supera en al menos 30 centímetros cúbicos al de la mayoría de los perros; mientras el tamaño promedio del cerebro del lobo es al menos un sexto más grande que el de un perro de similar estructura física.

Cambios fisiológicos

Estos cambios producidos por la domesticación fueron más notorios a nivel del funcionamiento reproductivo. El lobo alcanza la madurez sexual aproximadamente a los dos años de edad, las hembras presentan un solo celo al año hacia fines del invierno y principios de primavera y el tamaño medio de la camada es de cuatro cachorros. En cambio, en el perro la madurez sexual aparece más de un año antes, las hembras presentan aproximadamente dos celos al año con menor relación con factores cismáticos y el tamaño medio de la camada es de seis a ocho cachorros.

Cambios comportamentales

Grupo de lobosEn cuanto a comportamiento se refiere, los cambios producidos por la domesticación fueron varios. En primer término, disminuyeron la agresividad y las reacciones de escape y de defensa que se observan en los animales salvajes. Como consecuencia, se produjo un aumento de la docilidad, imprescindible para facilitar el manejo de los animales. No obstante, después hubo un aumento de la agresividad que se observa en las razas de guardia, producto de una variación en las metas buscadas por el hombre a través de la selección de individuos que presentan estas características.

La neofilia y la neofobia -es decir, la curiosidad y el miedo ante los estímulos nuevos y eventos poco familiares- son mucho más marcados en el lobo que en el perro. Esto se debe a que los animales excesivamente alertas o hiperactivos que exploraban absolutamente todo lo que acontecía a su alrededor o que se escapaban ante el más mínimo estímulo desconocido, no eran adecuados para el tipo de convivencia que necesitaba el ser humano con un animal doméstico.

El comportamiento sexual también presentó algunos cambios de importancia. Los componentes iniciales del cortejo, que constituyen una parte muy importante del comportamiento sexual del lobo, muchas veces son más reducidos o incluso inexistentes en el perro. Otra característica que presentan los lobos es la monogamia. Aunque los perros muestran preferencias en el momento de la elección de la pareja sexual, resulta muy frecuente observar animales que muestran una mínima selectividad en este aspecto. Todas estas modificaciones en el comportamiento sexual han traído como consecuencia más relevante un incremento de la actividad sexual durante el proceso de domesticación.

La neotenia, retención de características juveniles en la edad adulta, también fue otro de los fenómenos ocurridos durante la domesticación. Debido a esto podríamos afirmar que el perro sería muy parecido en su comportamiento a un lobo en su etapa juvenil.

Vale la pena recalcar nuevamente que los cambios morfológicos, fisiológicos y comportamentales ocurridos durante la domesticación no fueron producto de un cambio individual, sino de un largo proceso evolutivo en el que se vieron involucrados el hombre, el lobo y el perro.

Todos los perros pertenecen a la misma especie

Si consideramos que el perro es un “lobo doméstico”, el siguiente interrogante es saber cómo es posible que todas las razas de perros, incluidos los mestizos, pertenezcan a una misma especie.

En primer lugar es importante saber que si bien los perros presentan una gran variabilidad en lo que se refiere al aspecto físico, al tamaño y al color, estas diferencias no alcanzan para demostrar que dos razas de perros -como por ejemplo, el pequinés y el dogo argentino- pertenezcan a especies distintas. Por el contrario, todos los estudios anatómicos han demostrado que esas diferencias son sólo superficiales. La estructura anatómica básica es muy similar si se compara la de un pequinés con la del lobo, la de un dogo con su antepasado salvaje, o la del dogo argentino con el pequinés. Esto mismo es válido en lo que respecta a los perros mestizos, ya que la única diferencia significativa con sus congéneres de pedigrí es que no son sometidos a procesos selectivos ni a apareamientos dirigidos.

En segundo lugar, todas las razas de perros, los mestizos y los lobos son genéticamente compatibles; por eso pueden ser apareados entre sí y producir una progenie fértil. Por supuesto que para poder cruzar un macho pequinés con una hembra dogo argentino sería necesario recurrir, a menos que el pretendiente tomase previamente un curso de escalamiento, a la inseminación artificial.

En tercer lugar es importante señalar que si bien las diferentes razas de perros presentan algunas diferencias particulares en lo que a comportamiento se refiere (Capítulo VI), los patrones básicos son similares en todas las razas existentes, incluyendo, obviamente, a los perros mestizos.

Recuerdo que un día estaba en una playa evaluando, junto a su dueño, el comportamiento de un dogo argentino de cinco meses. Transcurrido cierto tiempo llegó al lugar una persona que venía acompañada de un pequinés macho de cuatro años. Como todo perro en edad juvenil, el dogo fue a buscar a su potencial compañero de juegos con el fin de pasar un buen momento. Sin embargo, el pequinés, que no tenía las mismas intenciones, lo recibió de mal modo. El dogo sorprendido por los ladridos y gruñidos salió corriendo mientras era perseguido por su malhumorado congénere, que después de unos metros interrumpió su persecución y regresó junto a su dueño. El propietario del dogo, perplejo por la situación, me miró apesadumbrado y me consultó acerca de la “cobardía” de su animal. A su vez, el dueño del pequinés, que me reconoció por mi participación en programas de televisión, se acercó para preguntarme el motivo por el cual un “enano cascarrabias” había logrado imponer su voluntad ante un perro cinco a siete veces más grande que él sin pensar en el riesgo que significaba cometer semejante “estupidez”.

Comencé por explicarles que la actitud del dogo nada tenía que ver con la cobardía ni la del pequinés, con la estupidez. En realidad si bien el pequinés era pequeño de tamaño, se sentía sumamente poderoso ya que era un perro adulto. A su vez se encontraba en un lugar muy conocido para él, lo cual aumentaba su seguridad. También era probable que al sentirse el dueño del territorio, interpretara que su jurisdicción era invadida por otro macho, lo que seguramente no resultaba de su agrado.

Por el contrario, el dogo acudía al lugar por primera vez. Además, debido a su edad y según las reglas caninas, no tenía derecho a desafiar a un adulto, ni sentía el poder para hacerlo, a pesar de tenerlo. Finalmente, era probable que la actitud del pequinés hubiera sorprendido sobremanera al dogo, que no entendió cómo un animal tan pequeño tenía semejante carácter; asimismo esperaba ser bien recibido por alguien a quien él consideró, a la distancia, un pequeño cachorro.

Apenas terminada mi explicación, el dogo había convencido a su circunstancial contrincante de que no estaba en sus intenciones disputarle dominio alguno ya que sólo quería compartir un sano e inofensivo juego. Esta situación dio origen al nacimiento de dos nuevas amistades: una entre congéneres caninos y otra entre congéneres humanos.

En resumen, tanto el pequinés como el dogo actuaron según sus propias leyes y sensaciones, pero no según las expectativas humanas, debido a que biológicamente eran animales de la misma especie. Una nueva demostración de que si bien eran distintos por fuera, eran iguales por dentro. Esto confirmaba una vez más que las apariencias engañan.

Capitulo extraido del libro “Nuestro perro”

autor:M.V. Claudio Gerzovich Lis

Comportamiento animal

Fuente: www.foyel.com 

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